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lunes, 13 de febrero de 2012

MI ISLA.

Manuel Salinas Espinosa*/ www.lavozdeoriente.com/


Crónicas de mi Pueblo.

Llevaba muchos días sentándome en el portal de mi casa donde nací, hace más de medio siglo; lo hago por lo general en las noches y hasta bien entrada la madrugada. Casi siempre observaba el entorno y meditaba mucho sin saber que me sucedía y el porqué de aquella inquietud.

Solo al escuchar una de esas noches de forma estridente una canción titulada Añoranza por la Conga, pude develar el gran misterio objeto de mi preocupación: “No solo añora el que se marcha sino el que se encuentra perdido”, y comprendí que debía recordar y de alguna manera expresar mi tristeza. No soy escritor pero la historia está ahí y no debe morir.

Mí Pueblo.

Este, mi hogar está enclavado en las afueras de un pequeño pueblo, que entonces era aún más pequeño. Estaba formado por una parte central con casas en buenas condiciones y otras periféricas en estado de miseria (la mía estaba en esa parte) construidas con toda suerte de materiales que aparecían al alcance de la mano; en la mayoría de los casos, sus moradores eran visibles, pues las rendijas eran muy grandes y cosa curiosa no poseían llavines y mucho menos rejas; las puertas eran aseguradas con un madero.

Yo.

Frente a mi vivienda, había un solar inmenso, despoblado y yermo, donde el dueño de la fonda depositaba troncos de maderas para ser enviado más tarde al aserio (lugar donde se procesa la madera). Este se convertía en el paraíso de todas las aves del vecindario, las cuales acudían cada día, al caer la tarde regresaban a sus casas en paz, y si eran muy perezosas pernoctaban.

Por lo general era motivo de alegría cuando los muchachos se encontraban nuevas crías y devolvían a sus dueños quienes en agradecimiento regalaban algún ejemplar, lo cual nos llenaba de regocijo pues estos eran cuidados con esmero para ser utilizados en celebraciones de la comunidad tales como: Noche buena, año nuevo y las celebraciones del santo patrón.

Los habitantes de mi pueblo día a día esperan en la soledad de su silencio que la nostalgia muera, pero la añoranza minuto a minuto los mata.

Ellos.

Al continuar recordando algunas anécdotas de mi pueblo he quedado asombrado, sí, porque por ejemplo, dentro de un tiempo no muy lejano, los niños conocerán que cosa era una vaca o un caballo por alguna fotografía o recuerdo borroso de algún anciano, dichos animales serán en mi país como los mamuts (fósiles encontrados al hacer una excavación).

No es que tenga fijación con los animales, tan útiles en estos tiempos, cuando el principal medio de transporte es el coche tirado por caballos, renacidos después de 100 años. El problema es que la situación actual tan extrema los ha llevado a formar parte de nuestras familias, pues viven en las viviendas de sus dueños.

El.

Mi primo Juan (como es lógico cambiaré su nombre), que dios lo tenga en la gloria pues hace poco falleció; era un hombre emprendedor y al no existir transporte automotor construyó un coche y dio inicio a sus labores como conductor del mismo.

Pero, en estas situaciones siempre hay uno, parece que por exceso de trabajo, alimentación deficiente y otros factores, el noble bruto, en plena función de trabajo calló muerto en vía. Yo sé que constantemente en cualquier parte del mundo, sucede esto, pero lo ocurrido luego no, en todas partes no.

Mi pariente buscó un tractor, ató al animal por el cuello y comenzó a arrastrarlo hacia las afueras del pueblo, mientras comentaba con el conductor sobre lo acontecido. Llegado al lugar donde supuestamente depositarían el animal muerto, se desmontaron y cuál no sería su sorpresa al encontrar solamente colgando de la cuerda la cabeza.

¿Cómo? Arte de magia, no, la necesidad extrema y el deseo de comer el fruto prohibido. Salieron muchos vecinos (aquí si hubo arte de magia) que con todo tipo de implementos, desguazaron y deshuesaron a la bestia, con el objetivo de agregarlo al precario menú familiar.


*Partido Republicano de Cuba.

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